En recientes declaraciones en medios locales (San Carlos de Bariloche) y provinciales (Provincia de Río Negro), el intendente de esa ciudad, Gustavo Genusso, brindó detalles acerca de su idea de “refuncionalizar el Centro Cívico”, obra que incluiría la posible reubicación del monumento en honor a quien fuera dos veces Presidente de la Nación, Alejo Julio Argentino Roca. La estatua ecuestre creada por el escultor Emilio J. Sarniguet, sobre un pedestal obra de Alejandro Bustillo, se encuentra allí desde enero de 1940.
Según el intendente Genusso, “...nuestro deber como gobierno es preservar el patrimonio. Esto ha sido declarado monumento histórico, por eso se rige mucho por la Comisión Nacional (de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos). Justamente, uno de los mandatos es preservarlo, y, en la situación en que está el Centro Cívico en la actualidad, no lo estamos haciendo. Por el contrario, se degrada cada vez más. Entonces, en búsqueda de conseguir ese objetivo, queremos refuncionalizar la plaza y los espacios verdes/.../ No podemos preservarlo… Al ver el caballo de Roca se observa que tiene las patas dañadas, en cualquier momento se puede caer. Alguien, hace muchos años, fue y cortó, luego lo volvieron hacer… Ante el grafiteado permanente en cada manifestación, la limpieza degrada el monumento de manera notable, porque tiene que ver con cuestiones de arenado. Entonces, ni lo preservamos ni resulta agradable a la vista. Se trata de que quien venga mire una obra de arte, más allá de que nos guste o no quien está ahí”.
Es evidente que en las ideas del Sr. Intentendente prima el aspecto estético antes que cualquier consideración histórica, olvidando que su cargo y función existen gracias a que Roca anexara definitivamente la Patagonia al territorio nacional y aunque la inmensa mayoría de la población de la ciudad y de la provincia esté en contra de su idea. Y sería apropiado que mantuviera su elevado criterio artístico cuando en la época navideña cubre el monumento con un gran árbol de navidad. Y más apropiado aún que la Comisión Nacional de Monumentos se expidiera al respecto, alguna vez. Es bueno, entonces, recordar a grandes rasgos la obra del agraviado, que trasciende sin dudas el pobre aspecto que su figura ofrece al visitante ante la inoperancia municipal.
Nacido en Tucumán en 1843, fue militar de carrera. Al llegar a la presidencia de la Nación, hacía ya más de veinte años que Roca participara en los sucesos de Cepeda, Pavón y la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, donde fallecieran su padre y dos de sus hermanos; luchó contra las montoneras en San Juan, La Rioja y Salta; participó en el resguardo de la línea de fronteras en Tucumán, Córdoba y Santa Fe; fue comandante en Salta, Córdoba, San Luis y Mendoza. Finalmente, la batalla de Ñaembé de 1871 en Corrientes, contra las tropas de López Jordán, lo lanzó al reconocimiento nacional. Pero fue sin dudas lo que se conoce como “Campaña del desierto”, la que le otorgó un gran predicamento. La “cuestión indígena” era la gran preocupación de una sociedad amenazada desde principios de siglo XIX, cuando tribus “araucanas” provenientes de Chile cruzaron los Andes para apropiarse de los ganados de la gran pampa, instalaciones, mujeres e incluso niños. Se fundaron allí “señoríos ecuestres”, sobre los que ya el gobernador Juan Manuel de Rosas tuvo que emprender una violenta reacción de defensa y ataque en 1833. Con la acción decisiva de Roca la Patagonia finalmente se integró -al igual que el “gran Chaco”- al patrimonio geográfico argentino. El Tratado de límites con Chile de 1881 complementó el resguardo de las fronteras y su contrapartida legislativa, la ley 1532 de Territorios Nacionales, organizó definitivamente el territorio.
El futuro político de Roca, que signó el destino argentino por los siguientes 50 años, fue denominado por él mismo como “Paz y administración”, síntesis del respeto a las leyes, al pasado nacional, pero sobre todo a un futuro anhelado desde 1853. La obra del presidente dejó muchos otros elementos menos conocidos por el gran público, pero tan importantes como su obra política y militar.
Multiplicó por tres la red ferroviaria; creó la ciudad de La Plata y el puerto de Ensenada en 1882; aprobó la construcción de un nuevo puerto para la Ciudad de Buenos Aires -Puerto Madero-, motor de la gran oleada inmigratoria comenzada en 1870. Creó el Peso Moneda Nacional por Ley N°1130, unificando el sistema monetario y permitiendo la emisión de billetes a cuatro bancos aparte del Nacional. En el aspecto económico, multiplicó los ingresos nacionales a partir de las ventas de maíz, trigo, carnes congeladas y enfriadas, a cambio de manufacturas. La Argentina se instaló en el concierto mundial como gran abastecedor de materias primas.
En el aspecto educativo se aplicó el laicismo, separando la Iglesia católica del estado; se sancionó la Ley 1420 de Educación, idea previa del presidente Sarmiento, estableciendo en todo el territorio nacional la educación primaria obligatoria, gratuita y laica; multiplicó las escuelas primarias y normales, duplicando la cantidad de maestros y alumnos. En 1885 promulgó la Ley Estatutos de Universidades Nacionales, fijando los criterios administrativos y respetando las autonomías universitarias, verdadero antecedente de la futura Reforma Universitaria de 1918.
Se fundó la Escuela Superior de Guerra, se estableció el servivio militar obligatorio, se creó la base de Campo de Mayo, se refundó el Regimiento de Granaderos a Caballo y se inició una permanente y fructífera presencia argentina en la Antártida. Se reorganizó el Poder Judicial, la Caja de Jubilaciones y Pensiones, se presentó el Código de Trabajo y la Ley de Residencia; se sancionó el Código Penal, el de Minería, y se organizó la Nueva Capital Federal en la ciudad de Buenos Aires.
Al término de su segundo mandato, al transferir el mando, dijo a su sucesor: “Os transmito el poder, con la República más rica, más fuerte, más vasta, con más crédito y con más amor a la estabilidad y más serenos y halagüeños horizontes que cuando la recibí yo”.
Sería bueno, por fin -y sumamente necesario-, que todos los argentinos, incluidos los intendentes, asuman su responsabilidad ciudadana resguardando las obras de arte que representan nuestro pasado, pero aún más los valores que enarbolan, esos que nos mantienen todavía erguidos. Ese pobre monumento denostado por algunos, cada día más, todos los días mira al lago y nos interpela: “Soy Roca”.
Álvaro de Brito /San Carlos de Bariloche
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