El intendente Walter Cortés instruyó a las áreas de Planeamiento, Obras Particulares y Áreas Protegidas, las tareas para la recuperación y puesta en valor de la isla Huemul, para volver a concesionar la excursión lacustre que se interrumpió hace más de 20 años.
“Lo quiere para la semana pasada”, dijo a Bariloche2000 uno de los funcionarios con la tarea para ilustrar el entusiasmo y apuro de Cortés en la tarea, que se basa en un Plan de Manejo de 2019, actualizado del histórico que regulaba las actividades anteriormente.
Ahora el embarcadero de la isla está en muy malas condiciones y Prefectura Naval lo clausuró, por lo que será una de las primeras tareas a encarar, para los propios funcionarios y trabajadores que van a encargarse del tema.
Los edificios del paseo que se usaban para los visitantes están totalmente vandalizados y saqueados, por los que demandarán una fuerte inversión para recuperarlos.
En cambio, lo primero que encarará la Municipalidad demanda más que nada mano de obra y la actuación de profesionales. Para el muelle ya están preparando la madera de árboles caídos en el Bosque Llao Llao. También el despeje de los senderos invadidos por pastizales, plantas y árboles caídos, demandan del trabajo de personal especializado con moto guadañas, motosierras y otra maquinaria.
Este jueves una comitiva encabezada por la secretaria de Planeamiento, Sofía Maggi, realizó una inspección de toda la isla para avanzar en la coordinación de los trabajos.
Con Maggi recorrieron el lugar el subsecretario de Planeamiento Territorial Alfredo Allen, y los ingenieros de Obras Particulares Victorio Gutiérrez y Gaspar de Castro.
Explicaron que pese a la prohibición de Prefectura y al abandono suelen ir visitantes a la isla en embarcaciones particulares e incluso algunos prestadores de turismo, además de personas que acceden a remo, ya que desde Playa Bonita hay apenas 1.500 metros.
Maggi explicó que la reconstrucción del muelle y la tarea de senderos y bosque, será el “principio de puesta en valor de un activo turístico muy importante de la ciudad”, y dijo que conversarán con entidades interesadas en la conservación como la Universidad Nacional del Comahue o la Red Pinos (que trabaja en la erradicación de especies exóticas de los bosques nativos), y otras como la Fundación San José Obrero, que podría aportar algunos trabajos.
Allen indicó que la Municipalidad tiene un bote semirrígido en reparación, ya que se rompió parte de la quilla, y destacó el Plan de Manejo “bien hecho, que prevé la explotación turística, con restricciones, como la prohibición de emplazar ahí casinos, hoteles o boliches, ya que Prefectura prohíbe la navegación nocturna”.
Para empezar
La idea para poner en marcha la recuperación es arreglar y acondicionar todo para que cualquiera pueda visitarlo, como excursión gratuita particular gratuita en principio.
Con un estricto control municipal, la presencia de un guardabosques y regular un uso poco intensivo, siempre con pedido de autorización y restricciones estrictas.
Luego se podrá avanzar a una nueva licitación.
Güenul
La isla tiene 75 hectáreas y una rica historia, con los hitos del cacique Güenul y el legendario y fallido proyecto atómico de Ronald Richter.
Según se explica en la cartelería informativa, era habitada antiguamente por el “cacique Güenul” y su familia, que tenían cabras, conejos y gallinas, en algunos casos en una pequeña isla cercana llamada justamente “De las Gallinas”.
En los primeros metros del sendero está la tumba del cacique Güenul, que también debe restaurarse. El cartel indica que Bernardino Güenul se estableció en la isla en 1894, era carpintero y herrero, y se encargaba de la crianza de animales y la siembra. Luego llegó de Chile su padre, Pedro Nolasco Güenul, jefe de familia araucana, quien murió el 21 de diciembre de 1904 a los 105 años, quien era denominado como cacique y fue enterrado allí.
“Los pobladores de Bariloche se referían a la isla de Güenul y el nombre fue derivado hacia la denominación Huemul, en asociación al servido autóctono que paradójicamente nunca habitó la isla”, informa.
Proyecto atómico
El libro “El secreto atómico de Huemul”, de Mario Mariscotti, relata el emprendimiento que el científico austríaco Ronald Richter convenció a Perón a finales de los años 40 para hacer en la isla.
Se trataba de lograr reacciones termonucleares controladas para producir energía o usar como recurso bélico. Es la fusión nuclear, la forma por la que el sol produce energía. Y el 24 de marzo de 1951 el presidente Perón informó que lo habían logrado, llamando la atención y preocupación de los países más desarrollados.
Pero otros científicos que trabajaban en Buenos Aires en el área empezaron a cuestionar el proyecto y a Richter, quien usaba un lenguaje convincente, pero no contaba con la confianza de sus pares argentinos. Ellos convencieron a Perón de supervisar los trabajos de Richter, crearon una comisión investigadora, viajaron a Bariloche y desenmascararon al austríaco.
El presidente interrumpió el proyecto y la oposición, que terminaría derrocándolo en 1955 con un golpe militar, comenzó a usarlo como poderosa diatriba en su contra.
Pero, como no hay mal que por bien no venga, el proyecto descomunal (demandó una inversión gigante en la construcción de un complejo de edificios con paredes de uno y dos metros de espesor, entre otras desproporcionadas infraestructuras, gracias al fiasco, Argentina dio el puntapié inicial del desarrollo nuclear que hoy lo ubica en la cima del mundo, y Bariloche se convirtió en un polo científico y tecnológico de excelencia.
De aquella locura quedan vestigios alucinantes. Grandes edificios de anchas paredes; laboratorios completados y otros incompletos sin techar, por lo que se formaron bosques de gran diversidad en su interior; un salón enorme de usos múltiples; una usina y salón de usos múltiples, y un mirador con una vista hermosa donde Richter había instalado su oficina.
El abandono le da al conjunto un poderoso atractivo y un aspecto siniestro. Y otro suceso histórico algo disparatado también completó la tarea: en el 78 y 79, épocas de tensión con Chile, el Ejército realizó prácticas de tiro, uso de explosivos y hasta cañonazos.
La excursión
El paseo a la isla de los concesionarios era corto, económico, y muy entretenido. Salía de Puerto San Carlos y en 15 minutos estaban en Huemul, para hacer la recorrida completa en un par de horas y volver.
El primer prestador fue Catedral Turismo, con el barco Don Luis. Luego tuvo la concesión Favio Balest, quien fue el que mejor la trabajó. Como una excursión más de Bariloche y luego para llevar a estudiantes para hacer fiestas en un gran quincho que convirtieron en boliche. La excursión se había desdibujado y Balest quebró arrastrado por una empresa de turismo estudiantil.
Queda como recuerdo de una época lejana la proa del Don Luis hundido asomando del lago, a metros del embarcadero. El barco tuvo dos hundimientos, el primero en el Puerto San Carlos en un temporal, cuando un tronco que entró a la dársena le perforó el casco. Fue reparado y luego amarrado en Huemul, donde luego de mucho tiempo sin uso ni mantenimiento, fue cortando cabos y haciendo agua, hasta irse al fondo en forma vertical. Otro interesante atractivo.
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