Por Micaela Prieto (micaela.prieto@elseistv.com)
Ellos son Margarita Salvare y Lautaro Amurri. “Marga”- así es como la apodan- terminó de cursar la carrera de composición coreográfica con mención en danza de la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires y se encuentra en proceso de tesis para alcanzar la licenciatura. Además es instructora de pilates. Por otro lado, Lautaro, compañero y socio de esta gran construcción, es actor y también trabaja como editor de videos.
Este proyecto se trata de empezar a poder gestionar un espacio cultural, ya sea para poder usarlo de forma personal, dando sus propias clases pero que también “trascienda y empiece a generar redes con otros docentes, ofreciendo una oferta cultural variada para la gente de los kilómetros”, contó Marga en diálogo con el Bariloche2000.
“Nos gustaría alquilarlo a otras personas para que, además de expandir este espacio, podamos crear ciertos contactos entre gente de la cultura y que a nosotros se nos empiece a fusionar un proyecto artístico con una entrada económica que nos permita vivir”, agregó.
El domo aún se encuentra en proceso, todavía no está terminado. La etapa de armado comenzó en octubre del 2021, luego que les llegara de Córdoba todas las maderas prefabricadas listas para que “cuando lo recibís, lo puedas ensamblar y armar. Es como un rompecabezas enorme”.
Lo más llamativo de este proyecto, es que Marga y Lautaro decidieron armar el domo en el patio trasero de su casa que se encuentra ubicado en el kilómetro 13, sobre calle Quila. “Vivimos en el mismo terreno en donde lo construimos y eso facilitó muchísimo el armado. La posta de la construcción la tomó mi compañero, él se da mucha maña con estas cosas”, contó Marga.
Principalmente, esta idea surge de las ganas de dar clases. Según explicó esta joven, “cuesta muchísimo encontrar un espacio disponible. Me encontré con un montón de oferta en Bariloche pero no hay infraestructura que la soporte”.
Es por eso, que este proyecto también nace a partir de una constante frustración por no poder conseguir un lugar físico en dónde desarrollar actividades artísticas. “Incluso, una vez que encontrás un espacio por alguna u otra razón, termina cerrando. De repente te podes asentar, conseguís un grupo de gente que quiera venir y muchas veces por temas económicos, los cierran”.
“Es tener que salir a buscar de nuevo, autogestionando todo y, en el medio, viendo qué haces con tus alumnos”
Actualmente se encuentran poniendo las tapas para cubrir los triángulos y, que de esa forma, el domo esté techado. “Es mucho trabajo”, aseguró. “Es cansador porque estamos poniendo nosotros mismos el cuerpo… Pero te trae mucha felicidad porque ponés tu esfuerzo físico pero ves resultados de forma instantánea y eso te motiva muchísimo en el proceso del armado”.
Marga destacó que “el domo lo estamos haciendo con mucha ayuda. Mi familia viene y coopera cada vez que puede y es un proyecto que se va armando también entre amigos y vecinos que nos dan una mano y una energía super solidaria. Me parece que es clave porque para dos personas sería un montón de trabajo y estaríamos tardando mucho más”.
La inversión la realizaron en conjunto “poniendo todos nuestros ahorros. Mi familia, que también había pensado en hacer algo parecido, se sumó a la inversión haciendo que se convierta en un proyecto familiar”.
“Nuestros mejores deseos, quieren pensar que el domo va a estar listo para mitad de este año”, sostuvo Marga haciendo referencia a la realidad climática en la que vivimos: “queremos terminarlo antes de que nieve porque se está poniendo muy fresco. Mientras la temperatura nos banque, queremos meterle pata y que para mitad de año ya esté funcionando”.
“Queríamos invertir en un proyecto que nos de una ganancia económica pero que no esté alejado de nuestras profesiones”
Marga y Lautaro sienten que es “una movida cultural que se está empezando a expandir y el domo es la consecuencia de lo que ya está sucediendo”, afirmó esta joven de 25 años y agregó que “para mi, mientras más actividades y propuestas culturales haya, mejor. Siento que no es algo que está de más, menos en este lugar que está tan alejado del centro. Está bueno que los que vivimos acá no tengamos que movernos hasta allá para poder acceder a una propuesta cultural o artística”.
Dentro de las expectativas, Marga sueña con que este espacio “se consolide como centro cultural, en donde confluyan muchas propuestas. No sólo para dar clases, sino también para que haya acontecimientos artísticos como muestras, obras, peñas y ferias… Imagino eso, que no sólo sea institucional de un maestro dando una clase y gente tomándola”.
“Todas esas actividades generan una comunidad porque ahí es cuando todos nos empezamos a cruzar, conocer y entrelazar redes. Realmente deseo poder vivir de lo que tanto me gusta y estudié”, concluyó.
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